martes, 26 de noviembre de 2024

Guerra Eterna: la Permanencia del Conflicto en la Era Moderna

La idea de la «guerra eterna» suele estar vinculada a las obras de teóricos políticos como George Orwell, cuya novela 1984 describía una sociedad distópica en la que la guerra interminable se utilizaba como herramienta de control social. En el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, especialmente durante la Guerra Fría, el temor a un conflicto mundial interminable se hizo realidad. Aunque la Guerra Fría nunca llegó a convertirse en una guerra mundial a gran escala, sí mantuvo un estado continuo de tensión entre las potencias mundiales.

El filósofo Giorgio Agamben sostiene que ahora vivimos en un «estado de excepción», en el que los gobiernos utilizan la amenaza del terrorismo y la inestabilidad para justificar estados de emergencia indefinidos y acciones militares. En su opinión, esto erosiona las libertades civiles y normaliza la guerra como parte del paisaje político. ¿Hace falta decir más?

La guerra eterna es, por supuesto, una necesidad monetaria, ya que muchos países dependen de la maquinaria bélica para mantener en marcha sus economías.

Los conceptos de transhumanismo, la muerte de Dios y la guerra eterna están interconectados de forma sutil. El deseo transhumanista de trascender las limitaciones humanas puede representar, en cierto sentido, un intento moderno de llenar el vacío dejado por la muerte de Dios, ofreciendo la tecnología como la nueva fuente de sentido y trascendencia.

Mientras tanto, la persistencia de la guerra en la era moderna pone de relieve la lucha de la humanidad contra la violencia y el poder, a pesar de los avances tecnológicos y del pensamiento filosófico, así como el mantenimiento del poder del miedo en manos de quienes dirigen todo el tinglado. La ironía de todo esto es evidente en el hecho de que, sean cuales sean las fuerzas que están detrás de estos tres grandes conceptos, no son benévolas. El transhumanismo no acabará en salud sublime y vida eterna, sino en todo lo contrario: el fin de la raza humana y probablemente el fin de toda la vida en la Tierra. Esto no será un subproducto imprevisto del esfuerzo, al contrario, está en el fondo de su intención.

Sobra decir que la muerte de Dios es necesaria para introducir el transhumanismo, al igual que la guerra eterna. La guerra no es más que un vehículo para el miedo, y el miedo es un vehículo para el control total. El control total es un vehículo para la muerte de Dios y la muerte del alma que se producirá a medida que avancemos más y más hacia el transhumanismo.

No podemos permitir que esto suceda. Que Dios tenga piedad de nosotros.

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