viernes, 6 de diciembre de 2024

El Miedo Vuelve Estúpida a la Gente

El mundo se enfrenta a una epidemia de proporciones históricas. Se trata de una crisis deliberadamente diseñada para sembrar discordia y mantener el control sobre la población.

El contagio no es un patógeno biológico, sino una mezcla de frenesí mediático, manipulación política y decadencia social. Las comunidades se están convirtiendo en campos de batalla porque eso es exactamente lo que quieren quienes están en el poder: un mundo dividido en el que estemos demasiado ocupados peleándonos entre nosotros como para darnos cuenta de los verdaderos culpables.

Ahora bien, ¿esas personas, que suelen tener modales apacibles, se están convirtiendo en fanáticos beligerantes, mientras que los amantes de la paz están acumulando armas, preparándose no para amenazas externas, sino para conflictos internos? Es una descentralización por diseño. Los que están en el poder han aprendido que el miedo es rentable. No se trata sólo de mantenernos alerta, sino de asegurar que estemos tan consumidos por el miedo que no podamos ver los hilos que mueven los que están arriba.

Tanto la izquierda como la derecha no sólo difunden desconfianza, sino que son los cerebros de la división. Se aprovechan de nuestra desconfianza mutua, y se aseguran de que estemos demasiado distraídos por nuestras diferencias como para unirnos contra los verdaderos enemigos: la corrupción sistémica y la desigualdad económica.

Esta estrategia de control a través del miedo y la división es insidiosamente perfecta. Nos mantiene estúpidos, sí, pero lo que es más importante, nos mantiene obedientes. Mientras estamos ocupados temiendo a nuestros vecinos, los verdaderos arquitectos de nuestra caída se ríen mientras van al banco, asegurándose de que su control del poder siga siendo indiscutible.

Confundirlos, distraerlos con el ruido interminable de los ciclos de noticias 24 horas al día, 7 días a la semana y los programas de telerrealidad, convertir cada pequeño desacuerdo en una guerra en toda regla y enredarlos en debates sobre temas que, en última instancia, no importan.

La estrategia clave es la división. Dividir a la población en facciones opuestas, convencer a cada una de ellas de que la amenaza real es la otra y dejar que griten hasta quedarse roncas hasta que se vuelvan sordas a todo lo demás. En este caos, el consenso se vuelve imposible y permanecen ajenos a los tentáculos sigilosos de un estado policial hasta que es demasiado tarde.

Este es el modelo de cómo las sociedades libres se encadenan voluntariamente, permitiendo que los tiranos asciendan. No es accidental; está orquestado con precisión, pero pocos en Estados Unidos reconocen esta manipulación. Se engaña a las personas para que se vean entre sí como adversarios, canalizando su energía y recursos en elecciones, armando a la policía, tecnología de vigilancia y guerras, todo bajo la ilusión de comprar seguridad, que, irónicamente, nunca se materializa.

Mientras tanto, los verdaderos agentes del poder, aquellos que están en los bolsillos de los lobistas y las corporaciones, promueven sus agendas a un costo superior para el público. “Nosotros, los tontos” terminamos pagando las cuentas, soportando las medidas de seguridad invasivas y viviendo bajo la vigilancia constante de un estado de vigilancia.

Todos los días, los medios de comunicación alternativos nos bombardean con historias de corrupción gubernamental, mala conducta corporativa, militarización policial y extralimitación de los equipos antidisturbios. Sin embargo, estos no son solo informes incidentales; son signos de una erosión sistemática de la libertad.

Pero aún más insidioso que estas flagrantes violaciones de nuestros derechos es el lenguaje del miedo en el que se las envuelve. Es un dialecto que dominan los políticos de todo el espectro, amplificado por personalidades de los medios en sus tribunas de alta definición, explotado por corporaciones con fines de lucro e incrustado en la estructura misma de nuestro sistema legal bajo el disfraz de la seguridad.

Este lenguaje omnipresente del miedo ha dado origen a una política de intimidación cuyo único propósito es dispersar nuestra atención y dividirnos. Desalienta el pensamiento crítico, nos convierte en espectadores pasivos de nuestro propio gobierno, nos convence de que nuestro papel es simplemente culpar a los demás o dar nuestro voto a la próxima figura mesías que promete cambios pero ofrece más de lo mismo.

El miedo, sin embargo, es la herramienta probada y verdadera en el arsenal del político para expandir el control gubernamental.

La obsesión por el control, esta paranoia gubernamental, pinta a cada ciudadano como un enemigo potencial. ¿Por qué, si no, necesitarían espiar nuestras conversaciones, seguir cada uno de nuestros movimientos, criminalizar nuestra conducta, tratarnos como sospechosos y desarmarnos mientras arman a sus fuerzas hasta los dientes?

Estas estrategias basadas en el miedo están funcionando, están transformando nuestra identidad colectiva y nos hacen vernos no como ciudadanos con derechos, sino como sujetos a ser monitoreados y controlados.
El miedo y la paranoia están ahora arraigados en la psique del ciudadano, alterando nuestra percepción del mundo, de nuestros vecinos y, fundamentalmente, la forma en que nuestro gobierno nos percibe.

La historia nos enseña que los verdaderos amos del asesinato en masa y la opresión son los gobiernos, no los lobos solitarios. Los verdaderos terroristas industriales son los que visten traje o uniforme, pero sin la obediencia pasiva de la población aterrorizada, serían impotentes.

Dejen de consumir las exageradas tácticas de miedo del Estado y sus voceros de los medios masivos y “alternativos”. No permitan que los arreen con histeria por amenazas insignificantes hacia los brazos acechantes de la tiranía, que es el verdadero peligro.

Como lo ilustra vívidamente la historia, el miedo y la paranoia gubernamental son los precursores de los estados fascistas y totalitarios.
Así es como funciona: las crisis, los ataques terroristas y los tiroteos aleatorios nos mantienen en un estado de alarma permanente. Este miedo desactiva nuestra capacidad de pensar. Emocionalmente, el pánico causado por el miedo literalmente apaga la parte de nuestro cerebro responsable de la lógica y la razón. Básicamente, cuando el miedo se apodera de nosotros, nuestro pensamiento crítico se paraliza.

Un público que ha dejado de pensar independientemente es un público que se deja conducir, moldear y controlar con facilidad.

Es una falacia etiquetar al fascismo como exclusivamente de derecha o de izquierda; trasciende esas etiquetas, encarna elementos de ambas sin pertenecer a ninguna. El fascismo no pretende desmantelar las estructuras fundacionales del comercio, la familia, la religión o la tradición; en cambio, pretende dominarlas. Mantiene en su lugar lo que la población aprecia, pero bajo el pretexto de mejorar nuestro tejido económico, social y cultural, la atrapa en una red de control estatal.

Fuente: A Lily Bit

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Si queremos una sociedad sustentable necesitamos lograr nuevamente el equilibrio entre sociedad, medio ambiente y economía, empezando por el concepto y el diseño de nuestros propios espacios para lograr una mayor convivencia con el medio natural y social, y al mismo tiempo fomentar la autosustentabilidad energética y de alimentos, así como mejorar nuestra calidad de vida con una estética en la vivienda, el buen manejo del agua potable y residual, al igual que el manejo sustentable de los desechos y residuos sólidos que generamos en nuestras casas y hábitats.

Este proyecto nos introduce a un estilo de vida modelo para un mejor futuro y presentar soluciones concretas para enfrentar problemas como la contaminación del agua, el calentamiento global, la erosión del suelo y la pérdida de la biodiversidad y recuperar valores como la armonía entre la estética y la arquitectura, la convivencia y la paz.

El proyecto es la búsqueda total de una mejor calidad de vida para los individuos, las sociedades y el planeta.