En las últimas semanas el debate se ha incrementado con partidarios a la nueva ley y detractores que aseguran que el plan del Gobierno abre la vía para un mercado clandestino que colocará a los pacientes en una situación de riesgo aún mayor. Ante la petición de médicos colegiados para poder seguir usando terapias alternativas como la acupuntura o homeopatía en sus centros, la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, es rotunda –“los hospitales deberían utilizar los productos con efectos demostrados, es decir, medicamentos. Estos han pasado unos ensayos clínicos y unos criterios muy rigurosos. Si los productos homeopáticos demuestran evidencia científica, pues serán considerados como tales medicamentos. Ahora no es así”–.
La UE ya consideró la homeopatía un medicamento y provocó que el Gobierno, entonces del PP, iniciara el proceso para su posible venta en farmacias. Aunque la cartera de Carcedo ha pedido que Bruselas rectifique, hasta que no cambien las cosas en Europa, deberán cumplir la ley. Por el momento hay más de dos mil productos homeopáticos que han pasado el filtro para comercializarse en España. No se podrán ejercer en centros públicos ni recetar, pero sí vender en farmacias.
No discuto ni cuestiono el hecho porque carezco de conocimientos suficientes, pero con el mismo empeño desearía que se tomaran medidas y se llenaran titulares al respecto de la industria farmacéutica, encargada de la producción y comercialización de medicamentos. Es el sector económico más importante del mundo en el que 25 empresas controlan el 50% del mercado. Hay mucho oscurantismo en el proceder de este imperio económico que mantiene un control sobre los principales órganos mundiales de salud que dictan los procedimientos, las enfermedades, terapias y los medicamentos aceptados.
La FDA (Administración de Alimentos y Medicinas) de los Estados Unidos y la Agencia Europea del Medicamento están financiadas casi en su totalidad por este lobby que defiende sus intereses, sin reparar en la salud de la ciudadanía. Con el derecho de proteger y seguir la ciencia ¿cuál es el sentido si luego se produce por un grupo y para un fin particular y no social? ¿Debemos dejar buena parte de la salud mundial en manos de estas empresas privadas que invierten sólo un 15% de sus beneficios en investigación y sus fines son económicos? Por cada dólar invertido en investigación se ganan mil en el mercado. ¿Por qué no se cambian las reglas del juego con nuevas legislaciones para esta industria con el miso énfasis que para las llamadas pseudociencias? ¿Qué remedio ponemos a nuestra enfermedad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario